El empleo del cloro en la potabilización del agua

El empleo del cloro en la potabilización del agua

Un estudio encargado en el año 1997 por la revista estadounidense Life, calculó que, desde 1919 se han salvado 177 millones de vidas gracias a la cloración del agua, asumiendo que éste sea, probablemente, el avance en salud pública más significativo del milenio.

A lo largo de la historia se han ido desarrollando métodos cada vez más eficaces para garantizar la seguridad del agua para el consumo. Algunos tienen más de 4000 años de antigüedad, empezando por la decantación y la filtración, y terminando por la cloración, que permitió minimizar el riesgo de contagio de cólera, tifus, disentería y polio.

A finales del siglo XIX, a medida que se realizaban mejoras en los sistemas de filtración, con base en los descubrimientos científicos de Luis Pasteur y de Robert Koch, se desarrolla la Teoría microbiana de la enfermedad. Esta propone que los microorganismos son la causa de una amplia gama de enfermedades. Antes de estos descubrimientos, no se sabía de la existencia de microorganismos. Resultaba impensable que unos pequeños seres vivos conviviesen con los seres humanos, estuviesen por todas partes y fuesen el germen de muchas enfermedades.

Cloro para acabar con los microorganismos patógenos

Aunque los suministros municipales de agua se multiplicaron a lo largo del siglo XIX, las condiciones sanitarias y de salud no comenzaron a mejorar radicalmente sino hasta la introducción de la desinfección con cloro a principios del siglo XX.

Por ejemplo, en 1900 había más de 3.000 sistemas de suministro municipal de agua en los Estados Unidos, pero en ocasiones, en lugar de mejorar la salud y la seguridad, contribuyeron a expandir enfermedades. Este fue el caso de la epidemia de cólera de 1854 en el barrio del Soho en Londres, en el que murieron más de 700 personas en una semana en un área de apenas medio kilómetro de diámetro. El médico John Snow, precursor de la epidemiologia moderna, relacionó el brote con una bomba que suministraba agua proveniente de un pozo contaminado con heces. Para tratar de erradicar la desinfección, Snow optó por utilizar cloro. A partir de esta experiencia, el uso de cloro empezó a popularizarse como técnica de desinfección.

En Middelkerke, Bélgica, en el año 1902, se puso en marcha la primera planta de cloración. Antes de la filtración se añadía cloruro de calcio y percloruro de hierro. En Reino Unido se implementó en 1905, cuando un filtro de arena lento y defectuoso y un suministro de agua contaminado causaron una grave epidemia de tifus en Lincoln. El experto escocés en procesos de potabilización, Alexander Cruickshank Huston, utilizó la cloración del agua para detener la epidemia. Emplearon hipoclorito de calcio.

En los años siguientes, la desinfección con cloro utilizando cloruro de cal (hipoclorito de calcio) se instaló rápidamente en los sistemas de agua potable de todo el mundo. En 1914, más de 21 millones de personas recibían agua tratada con cloro en los Estados Unidos, y en 1918, más de 1.000 ciudades de América del Norte ya estaban usando cloro para desinfectar su suministro de agua, que llegaba aproximadamente a 33 millones de personas.

La cloración causa alteraciones en la pared celular de las células bacterianas. Con cloro suficiente, se destruyen proteínas y ADN de las células. Ese es el mecanismo por el que el cloro acaba con los microorganismos, afectando a sus funciones vitales hasta llevarlos a la muerte, por lo que son incapaces de producir enfermedades. Estos compuestos clorados son oxidantes. Esto hace que además sean germicidas, eliminando mohos, algas y otros microorganismos además de bacterias.

Actualmente conocemos otros muchos oxidantes con cualidades similares, como otros halógenos, el permanganato o el ozono. Pero el más empleado sigue siendo el cloro. La razón es que, aunque haya otros métodos de desinfección, cuando el agua sale de la planta de tratamiento circula por tuberías donde sigue habiendo riesgo de contaminación. Por eso se aplica una post-cloración, es decir, se añade una cierta cantidad extra de cloro que garantiza el viaje seguro del agua potable por las tuberías hasta los grifos de nuestros hogares.