Carlos González, tesorero del Consejo Regional Centro Oeste de FACE Córdoba y ex presidente de la Cooperativa Eléctrica de Laguna Larga, comparte su valiosa experiencia como combatiente en el conflicto bélico del Atlántico Sur, ofreciendo un testimonio que resalta, no solo las dificultades y desafíos de la guerra, sino también la capacidad de los seres humanos para encontrar fortaleza y propósito, aún en la adversidad.
Decidido a narrar los detalles más relevantes de su experiencia en Malvinas, Carlos comienza relatando que, en cumplimiento del servicio militar obligatorio, partió el 31 de Enero de 1982 hacia Comodoro Rivadavia, integrándose al Regimiento de Infantería Nº 8 "Gral. O’Higgins".
“Por mi altura, me ofrecieron quedarme en Córdoba en el cuerpo de paracaidistas, preferí tierra firme. Quiero pensar que si me hubiera quedado acá, quizás no hubiera ido a Malvinas. Además, de chico tenía asma, con frecuentes episodios, ningún síntoma se presentó en la revisación médica. Creo que la vida me dio ese premio”, destaca con orgullo.
El 2 de Abril de ese año, el jefe de Regimiento, teniente coronel Ernesto Repossi, en la plaza de armas informó que fueron recuperadas las Islas Malvinas y que el regimiento iba a viajar para reforzar la operación.
Recuerda Carlos: “El 6 de Abril viajamos en avión a las Islas. Primero fue la emoción de pisar un terreno que tantas veces había escuchado en el colegio. Todos pensábamos que era un viaje simbólico que prosperarían luego las negociaciones entre los dos países, los mismos jefes tenían esa idea”.
Hasta el 9 de Abril permaneció en Puerto Argentino, luego, en un helicóptero de transporte de carga pesada Boeing Chinook fue trasladado a la isla Gran Malvina, primero al sector este de la Bahía Zorro, luego en camiones, el grupo de avanzada del que formaba parte, logró recuperar el sector Oeste de la bahía, “cantamos el himno e izamos por primera vez en la historia en ese lugar, la Bandera Argentina”, rememora emotivo.
Continúa el relato: ”eran muy pocos habitantes estables en la Isla, recuerdo haber visto algunas casas, establos y una escuela, la población de Malvinas se concentraba en la Isla Soledad, principalmente en Puerto Argentino y en la base aérea Monte Agradable”, y agrega: “siempre tuvimos diálogo con los isleños, aunque estábamos preparados ante la posibilidad de una reacción o resistencia, que por suerte no se dio. Hay que considerar que, algunos de esos pobladores, eran ex combatientes de la segunda guerra mundial y estaban armados”.
Misión de guerra
Bajo el mando del coronel César Fragni, jefe de operaciones del Regimiento, se formaron dos patrullas de exploración y combate, llamadas Gato y Mancha, ambas con una misión específica, brindar alarma temprana.
Once personas formaban la patrulla Gato, Carlos y otro ocho soldados, a las órdenes de un oficial y un suboficial. La patrulla Mancha, estaba integrada por siete soldados y dos mandos militares.
Reseña Carlos: “Nuestra marcha se iniciaba antes de amanecer, con dirección al Monte Sulivan a 15 kilómetros de distancia de la Bahía. Desde allí podíamos observar un posible arribo helitransportado inglés, porque la geografía no permitía una operación de desembarco naval. Nuestro deber era alertar a la base con radios de campaña y acercarnos al lugar tipo golpe comando, hacer el mayor daño posible a vehículos, puestos de comunicaciones, con prioridad de disparo a los altos mandos y luego replegarse”.
“En total hicimos más de diez misiones, una sola de esas misiones duró cinco días, otras fueron de tres días y también hubo de menor duración”, destaca con precisión.
Afirma que su patrulla, tuvo que sobrellevar numerosos episodios de combate, el ataque de dos helicópteros al buque argentino Buen Suceso que estaba anclado en la bahía y que terminó en un intenso intercambio de disparos, el hostigamiento de la fragata inglesa HMS Plymouth durante siete días con cañoneos navales, varios ataques de aviones Sea Harrier lanzándose en picada y ametrallando, y la detención de un espía británico, entre otras maniobras e incursiones del enemigo.
Sin dudas, el suceso más recordado por Carlos, es el fallecimiento de tres compañeros en un incendio accidental, los soldados Sergio Nosikoski, Eduardo Sosa y Simón Antieco.
Derribando mitos
De manera coincidente con la mayoría de los excombatientes, Carlos González, desmiente los relatos surgidos a partir de las sucesivas políticas de desmalvinización y que aún se encuentran arraigados en la opinión pública y en algunas publicaciones periodísticas, acerca del equipamiento y las provisiones.
“En el período post guerra lo primero que se dijo era que no teníamos armamento, vestimenta y alimento adecuado, nada de eso es cierto”, asegura tajante.
Luego detalla: “vestíamos la campera duvet, que es muy abrigada, guantes, gorras con orejeras, borceguíes cosidos y en el caso de las patrullas también teníamos botas de goma” y agrega, “el frío de Malvinas era tan castigador, en oportunidades la temperatura fue de 14 grados bajo cero, con viento, lluvia y neblina constantes y a veces con nevadas”.
Asimismo, describe, “estábamos armados coherentemente, teníamos fusiles, uno automático liviano, con cuatro cargadores de veinte municiones cada uno, otro fusil fal que es más grande y más pesado, teníamos un visor nocturno. Al ser el granadero del grupo, también tenía proyectiles que se cargan en el fusil, con capacidad de destruir pequeñas embarcaciones, tanques o helicópteros”.
El espíritu transformador de las experiencias extremas
La experiencia de Carlos González en Malvinas no terminó con el último día de la guerra. En su caso, se transformó en una oportunidad para reflexionar sobre el papel de la unidad, el liderazgo y la cooperación en la construcción de una sociedad más equitativa. Las lecciones aprendidas, tanto en la lucha como en la preparación, encontraron eco en su posterior dedicación al cooperativismo.
Los valores que Carlos encarnó como combatiente, como el esfuerzo colectivo, el compromiso personal y la capacidad de enfrentar desafíos, se volvieron pilares de su carrera como dirigente cooperativo. Desde la Cooperativa Eléctrica de Laguna Larga y desde su actual función en la organización federativa regional, promueve iniciativas que fortalecen las bases de las comunidades y que apelan a la solidaridad como herramienta para el desarrollo.
Finalmente, su testimonio es una fuente de inspiración para generaciones presentes y futuras, recordando que incluso en los momentos más adversos hay espacio para construir significados profundos y proyectos transformadores. Desde las islas del Atlántico Sur hasta su labor en la provincia de Córdoba, Carlos González representa la posibilidad de trascender las cicatrices del pasado y convertirlas en motores de esperanza y cambio.